domingo, 9 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS DOS








El poder de la palabra es inmenso.
Podría parecer que es algo demasiado sutil como para sentirme en el derecho de hacer una declaración tan rotunda, pero lo hago porque sé lo que digo.

La última palabra que ha tocado mi corazón y mi inteligencia ha sido mi nombre.

Se trata de Eduardo del Signore, un músico de Montevideo al que conocí en Malibu cuando ambos vivíamos allí y a quien he tenido ocasión de escuchar en vivo en varias ocasiones.
Un músico extraordinario.

No es que haya tenido demasiadas oportunidades de conocerle personalmente, hicimos un viaje en coche desde Los Ángeles Ca. a Denver Co. para asistir a un evento con Prem Rawat y a lo largo de los días pude comprobar que tenía una sensibilidad especial.

Pues bien, han pasado los años y ayer vi un cartel en el muro general de Facebook anunciando el concierto que tendrá lugar en Santa Barbara Ca. el 18 de septiembre.
Como es de suponer, lo compartí para que saliera en mi muro y lo pudieran ver todos mis amigos, tengo casi cinco mil, repartidos por todo el planeta.

Grande y deliciosa fue mi sorpresa cuando Eduardo, al ver que yo lo había compartido, se había limitado a escribir una palabra:

Blanca.

Al verlo, sentí lo que él había querido expresar: agradecimiento.
Y me llegó al corazón.
Presumo que de una manera parecida a la que le llegó a él cuando verificó que yo lo había publicado en mi muro.

Tan solo una palabra, mi nombre, en un lugar específico, me dio a entender que seguíamos en ese contacto que tuvimos en aquella ocasión.









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