martes, 4 de septiembre de 2018

DOS MIL CUATROCIENTOS SEIS








He visto una película argentina “La novia del desierto”, dirigida por dos mujeres, en la que Paulina García nos ofrece una magnífica interpretación cargada de momentos sublimes.

He recordado que la primera vez que estuve en Argentina, me llamó la atención que los autobuses y los taxis se estropearan todo el tiempo.

No suelo ver cine argentino, porque la estética me parece poco cuidada, pero en la película que he visto hoy, me he congraciado, sobre todo por la inmensidad de los paisajes y los altarcitos y baretos (tienen un nombre especial, tal vez boliche, no estoy segura) que aparecen de repente en medio de la nada.

Aquella vez tenía intención de pasar unos días en Buenos Aires, tras un evento que hubo en ”La tierra del amor” con Prem Rawat, en el que llovió lo indecible, no obstante no me sentí a gusto porque los hombre me parecieron muy pesados, incluidos los camareros.
Hasta me hablaban por la calle.
Luego me contaron que les llaman lanceros y eso significa que son pesados, pero no peligrosos.
Cambié el billete y me marché antes de lo previsto.

La segunda y última vez estuve en Mar de Plata y me gustó mucho.
Es un lugar tranquilo, con muchas librerías, aunque no tantas como en Buenos Aires y me impresionó el río de La Plata.
Nunca había visto un rió que pareciera un mar.

Cuando se lo comenté a un amigo al volver a España, me dijo:

¿acaso pensabas que todos los ríos son como el Nervión?















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