martes, 18 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS DIEZ









Mentiría si dijera que vivo para la literatura, no obstante puedo asegurar que todo lo relacionado con ella, me alegra y consigue que se me quite la irascibilidad que me proporcionan los problemas dentales, por lo que en cuanto noto que algo ha conseguido ponerme nerviosa, me voy directamente al libro que tengo entre manos y tanto mi cabeza como mi corazón, se colocan en el estado que me mantiene satisfecha.

También mentiría si dijera que la pintura ya no me interesa, la disfruto desde lejos, no me emociona, no soy capaz de sacarle el partido que sin duda merece.

Me considero afortunada de haber llegado a una situación física en la que me resultaba imposible pintar y hacer todo el trabajo que lleva consigo.

Viendo mi proceso en la distancia, me doy cuenta de que mucho antes de romperme la pierna quise dejar de considerarme pintora, emulando a Jorge Oteiza que en un momento dado dejó la escultura, pero no sé por qué motivo, volví a las andadas, sabiendo que ya no me hacía feliz.

Leer, escribir, aprender a hablar castellano como Dios manda, escuchar lo que cuentan los escritores en el programa “La estación azul” de Radio Nacional los domingos a las tres de la tarde, son los asuntos que me complacen.
No es necesario que me interese lo que cuentan, solo la tranquilidad y el placer que me proporciona saber que hablan correctamente, colma mis expectativas.

Me metí en un grupo de Ortografía en FB pero me he salido.
He durado menos de dos días.
No tiene el nivel al que aspiro.



Voy poco a poco.










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