miércoles, 19 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS ONCE







Otra vez Pizca me ha invitado a comer en el Batzoki de Getxo.
Lo he pasado muy bien pero la comida no me ha gustado.
He pedido una ensalada y estaba aliñada con vinagre.
Detesto el vinagre.
No entiendo cómo algo que tiene un sabor tan difícil, lo sirven como si fuera jamón de bellota.
Y eso sin hablar del olor.
Luego he pedido un rodaballo y como he tenido miedo de que otra vez añadieran vinagre, le he dicho al camarero que no lo hicieran y me ha contestado que bien, que lo tendrán en cuenta pero que así es como se cocina el pescado.
Es verdad que ya me ha sucedido alguna vez que me estropeen una lubina salvaje, pero hace mucho tiempo que ni se me pasaba por la cabeza que pudieran hacer eso hoy en día.
En los restaurantes donde la especialidad es el pescado al horno o a la parrilla, puedo asegurar que no le ponen vinagre.
Resumiendo, que se me han quitado las ganas de volver a ese sitio a pesar de que está en un lugar encantador.

Estábamos charlando tan a gusto que nos íbamos quedando a pesar de que todos se marchaban y de repente han aparecido Juan y Rosalía y hemos salido a la terraza.
Lo he pasado muy bien.
Da gusto estar con amigos que te quieren y te escuchan con los cinco sentidos y además te ríen las gracias.

Hace tanto tiempo que no me sucede algo parecido que me ha parecido encantador y me lo he pasado bomba.







No hay comentarios:

Publicar un comentario