miércoles, 5 de septiembre de 2018

DOS MIL CUATROCIENTOS SIETE








He tenido suerte.
Justo ayer, Luis Francisco Pérez, generoso amigo de FB de cuyo criterio me fío, recomendó un libro que me está cautivando.
Se trata de la biografía que ha escrito sobre Marcel Proust, Celeste Albaret, la mujer que cuidó de él hasta el fin de sus días y que le conoce, quiere y respeta como nadie lo había hecho.

He sido una ferviente lectora de “En busca del tiempo perdido” junto con Cala Ampuero, de tal manera que incluso poníamos los nombres a los ambientes de Getxo cuando hablábamos de la gente.

Inmediatamente lo pedí en Kindle para poderlo recibir al momento y me quedé leyendo hasta que hice uso de la cordura y la sensatez y decidí dormir para poder encontrarme hoy con fuerza suficiente e ir a la clase de Pilates.

Hacía tiempo que no disfrutaba tanto.
Una lectura de mi estilo, hablando con humildad de un personaje brillante al que creía conocer a través de su obra, no obstante resulta más conmovedor hacerlo a través de la mujer que veló por él y por su salud desde la intimidada del escritor.

Creo que he recuperado el placer de la lectura.
No lo había perdido, eso hubiera sido imposible, pero no encontraba en los libros que actualmente caían en mis manos esa concentración intensa, ese deleite sereno y tranquilo que produce la compañía de un buen libro.

He recordado la época en que soñaba con poder dedicar tardes enteras a un libro determinado.
Ojalá sigan cayendo en mis manos libros que me procuren tanto disfrute.












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