martes, 25 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS DIEZ Y SIETE







He leído un texto que ha publicado en FB un amigo al que no veo hace tiempo, pero le leo.
Es un magnífico escritor y periodista y siempre le estaré agradecida porque se molestó en conocer mi trabajo artístico antes de conocerme a mí y cuando lo hizo, publicó en El Correo de Bilbao, un artículo que se llamaba: 

No diga intuición, diga Blanca Oraa
Borja Loma Barrie

Y luego la entrevista que me hizo en mi propio estudio.
Ocupaba la portada posterior del periódico de un domingo.
Creo que fue la primera vez que alguien se tomó tanto trabajo para conocerme.
Me hizo muy feliz.

Luego desapareció de Bilbao y se fue a vivir a Asunción, capital de Paraguay y allí se dedicó a escribir libros demasiado eruditos para mi preparación.
Ahora parece que vive en Madrid y de vez en cuando publica textos encantadores en FB, accesibles al común de los mortales aunque eso no le exime de hablar de Empédocles, filósofo y político griego del siglo V antes de Cristo, a quien yo no conocía, por lo que me he metido en internet y me he encontrado con una persona muy interesante cuya doctrina contempla tanto la argumentación racionalista como el espíritu místico (sic).

La lectura, tanto de libros como de pequeños textos que encuentro en los blogs de escritores o en FB, son como gotas de luz que me despiertan y abren mis ojos, para que no me deje distraer por las menudencias de la vida cotidiana.

Solamente pronunciar o ver escrita la palabra Empédocles me obliga a elevar el pensamiento.

Se me despeja la frente y me siento mucho mejor.







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