sábado, 22 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS CATORCE






He pasado un día intenso bajo el sol de justicia que caía sobre Bilbao.
Me he levantado al mismo tiempo que el astro aparecía detrás de Artea.
Artea en el centro comercial que está justo enfrente de mi ventana  aunque un poco más alto.
En Feng Shui es el dragón que me protege.

Investigando, he encontrado un lugar que se llama “Dabuten sin gluten”.
Una chica que es celíaca y estaba harta de no encontrar nada apetitoso para poder disfrutar de la comida, se ha lanzado al vacío y ha montado un bar encantador en la calle Barrencalle, una de las siete calles de Bilbao.
Como había quedado para comer con la Rosa sin espinas en el Pentxo que está en Belosticalle, he pensado que sería una buena idea visitar el "Dabuten sin gluten".

He llegado a Bilbao y me he encontrado con ese calor sofocante que no llega a Getxo aunque se empeñe, gracias a que la brisa del Cantábrico nos protege.
No me importaba, tal era mi interés en conocer ese santo lugar.

Efectivamente, he conocido a Naroa, una mujer valiente a quien puedo vaticinar éxito, porque cada vez somos más las personas que no comemos gluten.
He tomado unas estupendas rabas, en Madrid llamadas calamares, un manjar delicioso del que había pensado que ya no podría disfrutar nunca jamás.
Buena música y la tranquilidad de poder comer y beber lo que me apeteciera.

Estaba tan a gusto que me he retrasado y he llegado un poco tarde a mi cita con Rosa que estaba desesperada subiendo y bajando las escaleras de Pentxo.

Me he disculpado pero no ha servido.
Rosa se había puesto nerviosa y a un Tauro es difícil hacerle entrar en razón.
A pesar de que cuando era pequeña su madre decía de ella que es cera líquida, hay veces que se vuelve humana.
No dice nada, ni levanta la voz, pero mira al reloj y eso rompe la armonía.

La verdad es que la comida era estupenda y me he quedado con ganas de repetir.






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