domingo, 2 de septiembre de 2018

DOS MIL CUATROCIENTOS CUATRO








Llevo tiempo dando vueltas a la importancia de la familia.

Ayer vi una buena película hecha en Georgia que me pareció realista.
Se llama "My happy family" y no es comercial.

Se trata de una mujer que está harta de una familia, la suya, conservadora, que se mete en su vida y se siente tan agobiada que huye y se alquila un pisito para ella sola, dejando a todos en la casa grande donde viven sus padres, sus hijos y su marido.

Me recordaba un poco a mi, porque yo soy muy independiente y cuando mi madre vivía, intentaba controlar mis movimientos y me ponía enferma.

En aquella época yo vivía en las Arenas, al lado de la casa de mis padres, en un piso que me regalaron cuando me casé. 
En la misma casa vivíamos varios hermanos.

Ahora, aunque comparto la casa con mis hijos mayores y el pequeño cuando viene, lo llevo bien.
Tengo la sensación de que el amor a los hijos hace milagros.

Mi madre me sigue controlando incluso después de muerta, porque nos hizo herederos de esta casa a mis hijos y a mi, o sea que no nos queda más remedio que vivir todos juntos.


Menos mal que yo estoy contenta con esta organización, me parece un regalo poder ver a mis hijos todos los días y saber que están sanos, fuertes y contentos.






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