viernes, 14 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS SEIS







Ayer tuve un día muy ocupado, hasta tal punto que no escribí el diario y me fui a la cama cansada y contenta.
Tuve un día completo.
Descubrí el ascensor para ir al puerto viejo, que es el lugar con más encanto de todo Getxo y a donde yo no me atrevía a ir porque tiene unas escaleras nefastas.

Me llevé una sorpresa cuando llegué de una manera tan fácil y encontré todo limpio y recién pintadito de blanco.
Saqué muchas fotos y disfruté de lo lindo.


Después tuve la primera clase de Escritura de la temporada y encontré a mis compañeros de costumbre y a uno nuevo que resultó ser un genio.
Creo que es la primera vez que conozco a un genio en persona.

A lo largo de mi vida he tenido la gran suerte de encontrarme con personas interesantes, pero el chico de ayer era otra cosa.
Ha nacido sabiendo.
Tiene catorce años y habla como un erudito.

Cuando leyó su poema, casi lloré, me emocioné.
Ander es su nombre y escribe poesía.

Vive en Uríbarri, Bilbao e indagando nos ha encontrado.

En Bilbao hay muchos grupos de escritura que imparte Íñigo Larroque, el mismo profesor, pero él quería venir al nuestro: "La casa del árbol".
Por algo será.

Salí de la clase contenta y al llegar a casa hablé con Jaime sobre Ander y la literatura y me propuso que escribiéramos y publicáramos un libro entre los dos.
Él escribe el libro y yo corrijo las faltas gramaticales y la ortografía.

Me pareció una magnífica idea.

Jaime no tiene demasiado interés en el castellano mientras que yo soy una fanática de cada palabra a la que doy mucha importancia por humilde que parezca.

También me gusta la etimología, para algo estudié latín y griego en el colegio de Santa Isabel, Madrid, en donde me tiré tres años interna, al lado del actual Museo Reina Sofía.





No hay comentarios:

Publicar un comentario