jueves, 27 de septiembre de 2018

DOS MIL QUINIENTOS DIEZ Y OCHO







Demasiados acontecimientos en mi vida.
Solo vivo tranquila cuando no salgo de casa.
Salir significa ser vista y la gente se acuerda de que existo y cuentan conmigo para asuntos en los que ya no estoy interesada.
De todas las invitaciones que he recibido que han sido bastantes más de las que estoy acostumbrada, la que más me ha sorprendido es la solicitud para exponer en Flecha 2019.
Desde que se fundó hasta que se dieron cuenta de que no resultaba comercial, contaban conmigo todos los años y luego, de repente me olvidaron.
Al leer las bases para la próxima convocatoria, sonreí y no tuve que pensar para tomar la decisión: No, muchas gracias.

Lo comenté con María Seco y me preguntó:

¿Vas a exponer?

No, ni puedo ni quiero trabajar.

Luego, conduciendo en mi coche tranquilamente, me vino a la cabeza que tengo una serie de cuadros llamada “Akelarre” que todavía no ha sido expuesta.
Se trata de once piezas redondas, de sesenta ctms. de diámetro, óleo sobre lienzo, que representan a varias brujas que he ido conociendo a lo largo de mi vida, entre las cuales nos encontramos mi madre y yo.

También consta de un manifiesto en el que explico lo que en mi opinión se requiere para ser una bruja:





AKELARRE 

Desde la perspectiva en la que hoy en día contemplo mi vida, observo que desde mi más tierna infancia, ha sido la intuición la que ha guiado mis pasos. 
Unido a este descubrimiento, constato que he tenido cierta tendencia a rodearme de personas que se mueven en parecidas coordenadas. 
Cuando la intuición se hace acción concreta y conlleva premonición, adivinanza, acecho, deseo y una especie de carga esotérica que adquiere diferentes tonalidades según la cultura en que se manifiesta, se le llama brujería. 
En el país vasco existe una creencia generalizada de que hacer brujería es un privilegio que corresponde a la mística femenina. 
Cuenta la leyenda que las brujas se reunían para llevar a cabo sus rituales en lugares de poder. 
Sus reuniones se llamaban akelarres. 
Quizás todas las mujeres tengan la capacidad de dejarse llevar por su intuición, pero para ser una bruja es determinante tomar la decisión consciente de hacerlo, es entonces cuando se manifiestan ciertos poderes sobrenaturales. 
He querido hacer un homenaje a algunas brujas con las que me he tropezado a lo largo de mi vida. 
Para esta serie llamada "Akelarre" he utilizado el formato redondo porque en el se encuentra la totalidad, es completo en si mismo, simboliza la perfección. 
Mis cuadros redondos se comunican entre sí.  
Cada cuadro redondo representa una bruja entera y siempre abierta a la comunicación a través de conexiones interiores. 
Mi "Akelarre" se compone de once cuadros de 60 cms. de diámetro.

Ahora solo puedo mostrar diez, puesto que el que corresponde a la artista Emilia Martínez ya forma parte de su pinacoteca.







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