viernes, 1 de junio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS TREINTA Y SIETE







Siempre que leo fragmentos de obras de los clásicos me llama la atención la importancia que dan a la amistad, por encima de otro tipo de relaciones.
Me invitan a pensar en el tema y reconozco que también para mí, si recapacito y no me dejo engatusar por los prejuicios que se han metido en mi cabeza desde la niñez, nada hay más hermoso que esa comunicación sin reservas ni obligaciones que se tiene con una verdadera amiga, a la que se conoce desde hace tiempo y cuya aceptación y cariño son mutuos.

No puedo negar que en los lazos familiares hay algo muy sólido y profundo.
No creo que sea necesario compararlos.

Con mis amigas permito que mi mismidad salga a flote sin cortapisas.

El concepto de ipseidad del que Sartre habla en su obra “El Ser y la Nada” es diferente.
Me ha costado entenderlo, pero creo que está relacionado con el paso del tiempo y alude a la historia y experiencia del individuuo, mientras que la mismidad es la expresión básica y fundamentel. 

Para poder hablar con propiedad de la ipseidad necesitaría estudiar un poco más, no obstante reconozco mismidad sin esfuerzo.

Me sorprende que no existan sinónimos ni antónimos de mismidad ni de ipseidad.
Son consideraciones difíciles de entender, por lo menos para mi, fuera del contexto filosófico.

A veces me meto donde nadie me llama y puedo salir escaldada pero hoy, por lo menos me he acercado un poco a vislumbrar el significado de ipseidad, aunque intentaré hablar con Manolo Eguraun, un amigo filósofo con quien consulto mis dudas filosóficas, así como las filológicas.








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