lunes, 4 de junio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS CUARENTA







Me ha costado tiempo, dedicación y pensamiento, pero al fin he conseguido descifrar el enigma que representaba para mí, Luis Alberto de Cuenca.

Me gustaba su voz aunque me resultaba un poco relamida, me interesaba su erudición, no es habitual en estos días encontrar una persona que haya puesto tanto empeño en la lectura.
Algo que me encantó fue que, en un video en el que le hacían una entrevista en su casa, se veían libros por todas partes, incluido el horno.

En cambio, algo en mí se rebelaba respecto a sus poemas, hasta que he leído el Bloc de Otoño y a pesar de mis primeras reacciones que formaron un revuelo en mi cabeza, los he dejado reposar y finalmente me he congraciado con ellos, con Luis Alberto de Cuenca y conmigo misma, lo cual significa que he aceptado la vejez que ya está aquí y la que se avecina.


No es fácil aceptar lo que escribe una persona que habla desde lo más profundo de sus emociones sin temor a quedarse desnudo frente al mundo.
Al hacerlo me ha obligado a identificarme, no me ha quedado más remedio a pesar de mi reticencia,  que era de tal magnitud, que cuando por fin reconocí lo que me estaba pasando y acepté la verdad, descansé.

Magnífico Luis Alberto de Cuenca.
Hace de todo, no solo es poeta y escritor sino que entre sus actividades, todavía tiene tiempo para escribir letras para las canciones de Loquillo.

Una amiga mía de Barcelona que es muy espacial se acostó con Loquillo pero no le gustó, entre otras cosas porque metía a sus gatos en la cama.


Al cabo de unas semanas la llamó su asistente para ver si quería tener una cita con Loquillo y dijo que no, que muchas gracias.








No hay comentarios:

Publicar un comentario