miércoles, 20 de junio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS CINCUENTA Y TRES







«Las faltas de ortografía me duelen como si me amputaran un brazo»

Frase del escritor, poeta y helenista Ramón Irigoyen con la que me siento identificada, pero no tanto.
Creo que exagera un poco.
A mi también me duelen las faltas de ortografía, pero no quiero imaginarme lo que sería que me amputaran un brazo.

Todo lo que escribe Ramón Irigoyen me interesa.
Nació en Navarra y vivió tres años en Grecia donde aprendió tanto, que a menudo en sus escritos de refiere a los clásicos griegos como si fueran sus amigos, con los que acaba de romper vasos en una taberna del Peloponeso.

Me suele costar leerle porque yo no estoy relacionada con los escritores que él conoce.
Tendría que empezar por el principio.
En el último artículo que ha publicado en el “Diario de Navarra” habla sobre la 77ª Feria del Libro de Madrid, cuyo país invitado ha sido Rumanía.

Habla con un desparpajo sin límites sobre los escritores rumanos.
De momento yo solo conozco a Cioran, gracias a que la mayoría de sus obras se publicaron en francés.
Su obra literaria demuestra una inteligencia lúcida de tipo pesimista.


Leer a Irigoyen invita a sumergirse en los clásicos, tal es el placer que se deriva de lo que él explica.
Luis Alberto de Cuenca también insiste en la importancia de este tema.









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