lunes, 11 de junio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS CUARENTA Y SIETE







Mañana tengo que ir a Madrid para que me vea el doctor Álvarez de Mon.
A pesar de haber estado interna durante tres años en el colegio de Santa Isabel y de haber ido allí por diferentes motivos durante el resto de mi vida, hasta que empecé a ver al doctor con asiduidad, nunca supe qué zona podría gustarme especialmente.

Cuando exponía en la Galería U98 que estaba en la calle Serrano, solía hospedarme en un apartamento que tenía mi hermano en la calle Padilla, que estaba cerca.
Por ese motivo y por otros parecidos, rara vez salía del barrio de Salamanca, a pesar de que no le encontraba el mínimo interés, excepto el de facilitarme la vivienda.

Mi colegio estaba al lado del actual museo Reina Sofía, que está muy cerca del Barrio de las Letras, también llamado de los Literatos porque allí vivieron Cervantes, Lope de Vega, Góngora y Quevedo, que yo sepa.

Todo esto lo he sabido después de haber probado varios hoteles y barrios de Madrid, sin que ninguno me satisficiera, hasta que desechando uno detrás de otro en la primera época que iba todos los meses, descubrí este maravilloso lugar en el que me encuentro como Pedro por su casa.

Es una especie de oasis en el centro de Madrid donde las calles son tan estrechas que no hay coches aparcados, pero siempre aparece un taxi cuando lo necesito.
El suelo es adoquinado y hay muchas tiendas antiguas, con encanto y diseñadas por artistas.
También hay librerías, galerías de arte y sobre todo restaurantes macrobióticos, a lo que doy gran importancia.
Lo mencioné en otra ocasión pero no me importa insistir, lo hago a conciencia.
Mi hotel se llama One Shot Prado y está situado cerca de los mejores museos.

Allí soy tan feliz que casi no salgo del barrio.
Mi amiga del alma, Isabel Aguirre también está interesada en la macrobiótica,  por lo suele venir a comer o cenar conmigo y ambas disfrutamos de vernos y de una comida saludable.









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