miércoles, 27 de junio de 2018

DOS MIL DOSCIENTOS SESENTA







En una web de Teherán sobre arte contemporáneo, he visto un video de 22 minutos que me ha emocionado.

Trataba de un hombre de mediana edad que se hallaba en un terreno muy seco y polvoriento, tocando con delicadeza las hojas verdes de una planta pequeña.
Mientras ordenaba las piedras que la protegían, contaba que hace años estaba tan triste y se encontraba tan afligido que pensó en suicidarse.

Mientras hablaba, poco y lentamente, se iba viendo como se dirigía a otras plantitas y luego al manantial con unas latas grandes que llenaba de agua.
Se notaba el calor ambiental a jugar por lo despacio que se movía y por la aridez del terreno, pero él iba poco a poco, sin quejarse.

Regaba las plantas, algunas eran grandes, había pasado el tiempo.

Había convertido aquel terreno hostil en un vergel sombrío, en el que tenía su cabaña donde descansaba al terminar su trabajo, tomando un té y fumando un cigarrillo.
Gracias a plantar árboles se había convertido en un hombre feliz.

Él mismo había encontrado la manera de salir de una profunda depresión, plantando árboles.


El video se llama: “El hombre que planta árboles”








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