viernes, 31 de julio de 2020

CUATRO MIL OCHENTA Y UNO










Era yo muy joven todavía cuando leí "Cien años de soledad" y a partir de ahí cedí ante el embrujo de la literatura latinoamericana.
Primero fueron los libro de García Márquez, uno detrás de otro hasta que cayó en mis manos "El amor en los tiempos de cólera" que, durante mucho, mucho tiempo, si alguien me hubiera preguntado cual es el libro qué más me ha gustado en toda mi vida, habría contestado sin dudarlo:

"El amor en los tiempos de cólera"

Desde ese momento me dediqué a los escritores latinoamericanos de los que ni siquiera había oído hablar hasta entonces, ya que la literatura francesa me había seducido como nada ni nadie lo había conseguido antes y no había espacio en mi afrancesada mentalidad para ni por asomo pensar que el castellano pudiera ser una lengua tan poética y expresiva como me consta hoy en día.

Ha pasado el tiempo y hoy, al ver el documental sobre Gabo que está en Netflix y me ha conmovido
e  instado a pensar en aquellos tiempos en que todavía no solo no conocía sino que ni tan solo intuía que existiera el realismo mágico en todo el país latinoamericano, porque a partir de Gabo, tuve la suerte de que se desgranaran ante mí los pensamientos, las palabras y la mentalidad de un mundo soñado muy lejano a lo que había tenido la oportunidad de tocar con mis manos, de realizar que existía algo tan fuera del realismo puro y duro, hasta entonces.
Me ha encantado la historia y el personaje de García Márquez, está contado con auténtica ternura y respeto, además de que tengo la sensación de que está basado en la verdad y si alguien me dijera que hay lagunas o interpretaciones que no concuerdan con los hechos, me tiene sin cuidado, he sido muy feliz.
Yo me creo todo lo que me cuenten de Latinoamérica porque he tenido la oportunidad de verlo con mis propios ojos.
Recuerdo que cuando fui a Curaçao conocí a una mujer latina y me contó, sin que tuviera relación con el tema que tratábamos, tres cosas que ni siquiera a ella le habían impresionado que sucedieron en el mismo día.
Siento no acordarme más que de dos de esos episodios, el tercero se lo ha llevado el viento:

Uno: había cuatro volcanes en erupción que ella veía desde el lugar donde se hallaba.
Dos: dos iglesias construidas con sal.

Nada de lo que me cuenten me puede sorprender sobre lo que acontece desde Tijuana hacia abajo.










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