viernes, 10 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y CUATRO







Lo que todavía no he conseguido a pesar de que me empeño en el intento, es conseguir que nada ni nadie enturbie mi buen humor y mantenga elevado mi espíritu.
Ayer, sin ir más lejos, dejé de escribir mi diario al que doy gran importancia porque me dejé distraer por una nimiedad.
Olvidé la frase de Confucio a la que suelo acudir a menudo y casi siempre está presente en mi vida, más que nada porque acierta y es eficaz:

Si pierdes tu dinero no has perdido nada
Si pierdes tu salud has perdido algo
Si pierdes tu paz interior, has perdido todo.

El hecho de que ayer no escribiera el diario como debería haberlo hecho, no significa que perdiera mi paz interior, la verdad es que salí a cenar temprano y ni siquiera pensé en ese problema, estuve demasiado distraída, ha sido hoy, al llegar ese momento del día en el que pienso en lo que ha sido relevante, cuando me he dado cuenta de que no debo permitir que los asuntos de un banco sin importancia me distraigan de algo mucho más profundos que requieren mi atención.
Poco a poco y gracias a la consciencia y a la práctica, voy dando pasos.
Lo principal es darme cuenta de que mis progresos, aunque pequeños y lentos, hacen el camino y observo que voy madurando.
Mientras mi paz interior esté bien consolidada, no tengo por qué preocuparme ni llevarme un mal rato.
Como dijo Milarepa del Tibet:

No hay nada en este mundo por lo que merezca la pena llevarse un disgusto, ni siquiera la muerte.









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