martes, 14 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y SIETE










Las obligaciones matan la creatividad, así como los nervios, las prisas, son cosas que detesto.
Entiendo que no queda más remedio que responsabilizarse porque la vida así lo exige y nada es más saludable que la disciplina pero debe ser escogida, no forzada.
Desentenderse de la vida es una actitud tóxica.
Lo tengo muy claro porque lo he experimentado en mi propia vida.
No quiero recordarlo, solo apoyarme en lo que aprendí y saqué en limpio de toda mi época de toxicómana.
Caí muy suave pero salir fue duro, largo y muy difícil.
Pocos de mis compañeros se salvaron.
Lo primero que se necesita es humildad.
Adoro la humildad.
Me encantaría ser humilde y vivir en ese estado.
Es muy agradable.
Solamente lo experimenté una vez en mi vida, hablo de una humildad verdadera, profunda, desde la que agradecía la vida y el ego había desaparecido.
Esa vez fue muy evidente, no tuve que hacer un esfuerzo, era mi ser interno el que actuaba.
En otras ocasiones, muchas, me tengo que forzar y usar la cabeza, darme cuenta de que es mi ego el que salta y quiere sacar la cabecita de chorlito pero si utilizo lo que sé y mi voluntad, le digo:

¡Eh tú! ¡Quieto, quieto ahí, que este no es tu juego! 

Como si fuera un perro al que estoy educando.
Y así, poco a poco doy pasitos que aunque aparentemente invisibles, yo sé que han servido y que puedo apoyarme en ellos para seguir mi camino.







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