sábado, 1 de agosto de 2020

CUATRO MIL OCHENTA Y DOS










Hablábamos de surrealismo hace unos días y parece que ha entrado en mi vida para quedarse, por lo menos de momento.
He tenido suerte una vez más porque se han juntado para hacer una película dos de las personas que más me gustan del mundo:

Michel Houellebecq y Gérard Depardieu, tanto juntos como separados, cada uno en su terreno ambos me parecen geniales, de lo mejorcito que existe en el planeta en este momento.
Me he leído casi todos los libros de Houellebecq y he visto muchas películas de Depardieu.
Siento verdadero respeto y admiración por los dos.
Me parecen insuperables.
Además he estado tan fuera de todo durante los últimos catorce meses que ni siquiera sabía que existiera esa película ni la posibilidad de que dos personas tan extraordinarias hubieran hecho un trabajo juntos, ha sido una sorpresa mayúscula que me ha alegrado la tarde del sábado.
Quedarme en casa significa que no me tengo que poner mascarilla, que no corro riesgo de contagio y que aunque me duela la rodilla me preocupa menos que si me duele en la calle.
La parte negativa del asunto es que fuera suelo estar más distraída, por lo que a veces me compensa salir con las dos muletas, ponerme la mascarilla y enfrentarme al mundo, sobre todo sabiendo que en el coche estoy a gusto, tiene un asiento cómodo, me quito la mascarilla y me gusta ver lo que sucede  desde esa perspectiva pero soy consciente de que en un momento dado tango que aparcar y enfrentarme a lo desconocido con todo lo que eso significa, porque el mundo de hoy en día es muy diferente del que yo vivo cuando estoy en casita tranquila eligiendo hacer lo que quiero.
La película se llama Thalasso, es francesa y tan surrealista como todo lo que hacen y dicen esos dos caballeros que hasta son capaces de entenderse entre ellos.
Da gusto oírles hablar en francés.

En un momento dado Michel Houellebecq estaba tan harto de la fama que se fue a Irlanda con la intención de vivir allí pero no pudo soportar la idea de que todo transcurriera en un idioma que no fuera el francés y tuvo que volver a París.
Le entiendo perfectamente.










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