lunes, 27 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y OCHO











Parece que el verano me tiene dispersa pero nada más lejos de la realidad, lo único que me pasa es que me duele la rodilla y eso hace que me mueva lo menos posible, ni siquiera salgo a hacer fotos que es lo que más me atrae de salir de casa.
Me ha llamado mi prima Isabel Maier que está veraneando en Montecarlo con su marido y su hijo para contarme algo que según ella me iba a divertir y tenía razón, no solo me ha divertido sino que incluso me ha sorprendido.
Yo ya había oído hablar de que Woody Allen iba a rodar una película en San Sebastián, lo que me ha pillado de sorpresa es que la esté rodando en el caserío de Juan Luis Goenaga, pintor donostiarra con quien mantuve una relación hace muchos años.
Me ha insistido en que compre el Vanity Fair porque viene un reportaje muy largo y con muchas fotos y cuenta que Goenaga y Woody Allen se reconocieron como almas gemelas cuando les presentaron y se dieron la mano.
Parece ser que Woody Allen no es demasiado sociable y Goenaga tampoco lo era, por lo menos cuando yo estaba con él.
Hasta tal punto era poco sociable que cuando Juan Elúa, director y propietario de la Galería Arteta de Bilbao organizó la exposición Euskadi Margolaritzen en Polonia y en Praga, nos llevó a un grupo de pintores vascos que solíamos exponer en su galería entre los que se encontraba Juan Luis y quiso que le acompañara a lo que Juan Luis no supo negarse, pero no pudo aguantar el trajín y se volvió antes de lo previsto.
Recuerdo que cuando íbamos a San Sebastián para comprar material de trabajo a mi me solía apetecer tomar un té en una cafetería para descansar un poco antes de volver a Alkiza que es donde estaba el caserío y él prefería quedarse en el coche esperándome.
Lo que no sabía es que Woody Allen fuera tan poco extrovertido.
Yo soy una persona bastante poco amable con los hombres con los que me he relacionado.
Me olvido por completo, cuando se acaba la conexión no me queda ni un recuerdo, ni les echo de menos ni nada por el estilo y no me apetece volverles a ver, me siento incómoda.
Todo lo contrario a esas personas que siguen manteniendo contacto durante el resto de sus vidas.
En cambio a las amigas me gusta verlas aunque la vida nos haya llevado por diferentes derroteros, me encanta encontrarme con las que eran mis compañeras en la Vera Cruz que es el colegio a donde iba en Bilbao cuando era pequeña, antes de que me llevaran interna a Santa Isabel en Madrid.
Me alegro por Juan Luis porque él daba mucha importancia a su trabajo y parece ser que en la película salen cientos de sus cuadros.
Merece el reconocimiento porque es un excelente pintor y una gran persona.























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