jueves, 2 de julio de 2020

CUATRO MIL CINCUENTA Y SEIS










Gracias a un régimen macrobiótico estricto estoy saliendo de la leucemia y recupero la salud y la vitalidad a pasos agigantados.
También la vista, el sueño y la alegría de vivir.
Tal vez lo que más me está costando es que vuelva la memoria, supongo que los asuntos de la cabeza van más lentos que los que solo pertenecen al cuerpo físico.
Estoy tan contenta que no me cuesta ningún esfuerzo sujetarme a ese régimen que parece estricto pero no lo es, porque al mismo tiempo que lo hago y experimento sus beneficios, aprendo.
Ni siquiera siento la tentación de probar un chorizo y un lomo que trajo Beatriz de algún sitio que encontraron en el camino cuando volvieron de Zahara de los Atunes.
Hago como los A.A.* tomo la decisión para veinticuatro horas.
He empezado muchas veces la macrobiótica y también la he dejado a pesar de que me sentara muy bien.
A veces, demasiadas, lo bueno es difícil, tenemos cierta tendencia a recaer, así me ha pasado toda la vida, me caigo y me levanto, me caigo y me levanto, lo bueno que tengo es que siempre me he levantado y al final lo consigo.
Soy consciente de la suerte que tengo.
Una especie de ave Fénix.
Algunas personas que me conocen de toda la vida me comentaron cuando me diagnosticaron leucemia que en "peores situaciones me había visto".
No sabían lo que decían.
Es verdad que me he visto en situaciones difíciles pero la única peor por no comparable, fue cuando murió mi hijo Carlos, eso fue diferente.
Por lo demás, la leucemia ha sido horrible, espantosa y quiera Dios que nunca me vuelva a pasar nada parecido.
Me la he ventilado en trece meses.
También hay gente que me dice que la rodilla tal y cual.
La gente dice bobadas.
¿qué importa una rodilla al lado de una leucemia?
Nada como la experiencia.
Es una vulgaridad pero también una gran verdad que no hay nada como haber visto las orejas al lobo para apreciar lo que se tiene.






*Alcohólicoa Anónimos






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