miércoles, 22 de julio de 2020

CUATRO MIL SETENTA Y CINCO










Todos los días resultan interesantes.
A veces me levanto sin demasiadas ganas de hacer lo que tenía pensado, no obstante hago el esfuerzo de levantarme y cuando llego a la cocina para prepararme el desayuno ya me noto más animada y con ganas de empezar la jornada de trabajo.
Lo que yo hago se puede hacer sentada porque casi todo está relacionado con el ordenador pero no olvidemos que estoy sujeta a que la medicación me haga efecto porque el dolor de la rodilla a veces es insoportable y tener que salir de casa con las muletas y abrir puertas y entrar en el coche me exige un esfuerzo que no siempre resulta agradable.
La felicidad que me supone hacer fotos me compensa siempre, sobre todo cuando llego a casa y las veo en el ordenador dispuestas a ser editadas.
En ese trabajo encuentro gran satisfacción, tanta tanta que a veces hasta me olvido de escribir el diario que es otra de mis actividades que no solo me gusta sino que me reconforta y me ayuda a conocerme.
El conocimiento de mí misma es el propósito de mi existencia.
En esa tarea pongo todo mi interés y mi tiempo porque sé que es justo el que necesito para pulir mi carácter y aprender a ser feliz.
Ahora he empezado a publicar las fotos en Twitter.
Las redes sociales me ofrecen un terreno en el que puedo expresarme y me depara sorpresas agradables.
Hoy me ha pedido amistad un primo al que hace muchos años que no he visto y me ha conmovido porque recuerdo que cuando éramos pequeños y ambos vivíamos en Bilbao con nuestros padres, nos veíamos a menudo.
Ellos vivían en la calle Berástegui y la casa daba a los jardines de Albia, íbamos allí todos los años para ver la procesión del Borriquito.










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