lunes, 13 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y SEIS








Han empezado a hacer obras en la parte exterior de la casa, todavía no sé en qué consiste pero evidente que la lección de algo que contó Prem Rawat hace mucho tiempo, me sirve de parapeto para ponerlo en práctica y tratar de no alterarme ante la magnitud de los sonidos que me han despertado temprano en la mañana y siguen acompañándome durante la jornada.
Decía así:

¿Qué se hace para empequeñecer un trozo de leña sin tocarlo?

Respuesta:

Se pone al lado un leño más grande.

Eso es lo que me han hecho sin hacer yo nada.
Al lado de los ruidos imposibles que hacen los obreros de la construcción, los de mis vecinos resultan ridículos, he puesto un concierto de Depêche Mode y estoy tan contenta.
No podría decir que mi estudio parezca un paraíso con pájaros de colores que cantan encaramados en las ramas de árboles autóctonos pero mi humor sigue inquebrantable.
Algo en mí sabe que lo obra de la casa es inevitable y podría resultar grotesco tratar de evitarlo, así que lo acepto y Androcanto y sigo.
Si me canso me largo y punto.
He ido a casa de mi vecina Begoña que es la presidenta de la comunidad y no estaba, me imagino que sabiendo lo que se avecinaba se habrá ido.
Yo no tengo intención de marcharme, habíamos pensado irnos a Saint Gaudens Mattin y yo pero de repente, cuando ya estaba todo decidido y teníamos las reservas confirmadas, pensé que era poco prudente salir de casa en mis condiciones.
El Covid19 acecha y en casa estoy a gusto, tengo todo lo que deseo y no corro peligro.
Mattin lo entendió y aunque le apetecía porque no ha estado nunca y le interesa la macrobiótica y sabe lo bien que me ha sentado a mí cada vez que he ido allí, lo entendió.
De momento yo donde mejor estoy es en mi casa, con mi ordenador y con mi coche abajo por si quiero dar una vuelta.
Y con Odita cerca, claro, eso es un regalo añadido.








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