lunes, 6 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA










Casi me ha venido bien que se haya impuesto en fútbol en la radio porque antes de que sucediera algo tan imprevisible para mi inocente mentalidad, algunos programas de la radio acaparaban mi atención hasta el extremo de que mis horarios se adaptaban a los de los programas que me satisfacían.
Ahora me siento más libre.
Encender la radio y encontrarme con ese ambiente brutal de voces de hombres que gritan y se pelean entusiasmados porque el arbitro ha pasado de largo un pisotón que uno del Real Madrid le ha dado a un jugador del Athletic, produce en mi una especie de pandemónium de sentimientos encontrados porque no soporto la injusticia y mucho menos cuando se trata de alguien tan cercano.
Porque el hecho de que el fútbol no me interesa absolutamente nada se acaba en el momento en que se trata del Athletic Club de Bilbao.
En ese momento entra en juego algo que no tiene nada que ver con el fútbol sino con los colores rojiblancos.
Esos colores despiertan pasiones encontradas.
Ahora no hablamos de fútbol sino de lealtad.
Me gusta ser leal.
Cuando Kabir da Veiga, el hijo de María Seco era pequeño y jugaba en un equipo del Athletic en el que metía muchos goles los domingos por la mañana y le sacaban a hombros del campo de fútbol, un día que tomé el aperitivo con él y con su madre cuando yo exponía mi homenaje al Athletic en un bar de Carnicería vieja que estaba enfrente de Félix mi enmarcador, intenté hablar con Kabir sobre su tema favorito, el fútbol y grande fue mi asombro y mi sorpresa cuando me dijo que él era del Barça.
Me costaba creérmelo pero alguien que sabía más del asunto me dijo que los niños son así, a ellos solo les interesan los ganadores, no se emocionan ante el Athletic y la cantera y esas cositas tan lindas que a mi tanto me gustaban cuando las medio oía sin prestar demasiada atención.
Una cosa es que no me guste el fútbol y otra muy diferente es que sea del Athletic con toda mi alma y que no he sabido quien era Messi hasta que le vi meter un gol que publicó Diego de Álzaga,  un amigo argentino, en Facebook.
Me impresionó y comprendí que Messi era especial aunque no tanto como para traicionar al Athletic, eso nunca.








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