martes, 7 de julio de 2020

CUATRO MIL SESENTA Y UNO











He pasado un bonito día a cambio de que me he cansado.
Me creo que estoy muy bien pero es mentira.
Estoy bien teniendo en cuenta que salgo de una leucemia pero hoy, solo por haber ido a comer a Bilbao, pasear un poco y sacado unas fotos, estoy agotada.
Resumiendo, más me vale ir despacio.
He comido en el indio de Uribitarte con mi amiga Rosa sin espinas y hemos estado a gusto, es un sitio encantador y se come bien aunque el servicio es lento, eso también cansa.
Y otra metedura de pata ha sido que en vez de pedir cada una lo correspondiente del menú, hemos pedido diferentes platos para compartir y probar de todo, lo cual yo sé desde hace mucho tiempo que a mi estomago no le gusta nada.
Es como los menús degustación que se pusieron de moda en un momento dado y me dejé llevar hasta que me di cuento de que las mezclas no me sientan bien.
Si como fuera de casa teniendo en cuenta que en Bilbao no hay restaurantes macrobióticos ni buenos vegetarianos, prefiero ir a orientales o como mucho a los especialistas en buen pescado.
Me gusta tanto la comida macrobiótica y me sienta tan bien que cada vez que como fuera, aunque me suele apetecer y disfruto, añoro la comida de mi casa que tan bien me sienta y me sana.
Por la tarde he tenido una clase con Daniel Mayor que es mi profesor actual de macrobiótica y poco a poco voy aprendiendo a salir un poco de la norma e ir incorporando diferentes cereales y verduras, así como las formas de cocción.
Eso es todo por hoy, ahora voy a cenar y a la cama.
Daniel insiste en que se debe cenar tras horas antes de acostarse pero no me siento culpable por ir a la cama después de cenar porque allí estoy sentada y me dedico a otros asuntos antes de dormirme.








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