martes, 31 de enero de 2017

CIENTO SETENTA Y CINCO







Tuve una educación tan conservadora, católica y temerosa, que me creía incapaz de llevar a cabo mis deseos, a pesar de que a casi todo lo que me trataban de enseñar no le veía el sentido.
Así es como llegué a casarme como un corderillo, creyendo estar enamorada de mi príncipe azul que resultó no ser tan príncipe ni tan azul, aunque eso no disminuyó la atracción que sentía hacia él.
La vida de casada no estaba mal, el que era mi marido a la sazón era encantador, siempre que yo no me opusiera a que él hiciera lo que le daba la gana y aunque no me resultaba fácil, pronto aprendí a hacer lo mismo.

El susto morrocotudo me lo llevé cuando nació mi hija Beatriz.
Era una monada y tanto su padre como yo estábamos locos con ella, pero me cambió la vida de tal manera, que me dije a mi misma que yo no estaba hecha para tener hijos.
No me sentía culpable por no querer reproducirme, había millones de mujeres que estarían encantadas de tener muchos hijos y poblar el planeta.

A pesar del amor y la ternura que me inspiraba la niña, me resultaba más que difícil tener que estar pendiente de ella, cambiarle los pañales, darle de mamar, que me despertara por las noches y todo lo que supone ocuparse de un bebé, además de atender a un marido educado a la antigua, con todo lo que eso supone.
Yo seguía queriendo ir a mis clases de pintura con García Ergüin, al cine, salir con mi marido, estar con mis amigas, leer, ir a Biarritz y todas las cosas a las que me había acostumbrado.







Ahora ha pasado el tiempo y he perdido el miedo.
Ahora sé lo que quiero y vice versa.
Ahora sé que me gusta fumar, pero más todavía me gusta no fumar.
También he aprendido que me gustan los hombres en la distancia.
Reconozco que he aprendido mucho de mis errores, mas ahora que veo la vida desde la perspectiva de cierta madurez, prefiero utilizar el discernimiento.





Con toda la humildad de la que soy capaz me atrevo a decir sin temor a equivocarme, que el propósito de mi vida es la autocontemplación.




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