miércoles, 1 de febrero de 2017

CIENTO SETENTA Y SEIS







Desde que era pequeña y vivía con mi familia en Bilbao, alameda de Mazarredo, me gustaba ir al museo de BBAA, que está en el parque de Doña Casilla Iturrizar.
Allí, poco a poco y sin que nadie me enseñara, empecé a saber distinguir cuáles eran mis cuadros favoritos.
Uno de ellos, que lo tengo en mi cabeza como si me perteneciera, es de Juan de Barroeta, pintor bilbaíno del siglo XIX.
El título del cuadro es “El Abra, Bilbao” pero para mi es la casa de los Isasi, cuando estaba aislada encima de la playa de Ereaga.
Me fascinaba ver ese cuadro y más tarde, ya casada, estuve viviendo en un pisito cerquita de ese lugar al que me gustaba ir a contemplar, tanto la casa de Isasi, como el magnífico panorama.

Hoy he salido temprano y ya llevaba días pensando en que me apetecía volver a ver tanto la casa de Isasi, que es preciosa, como el cuadro de Barroeta.
Como no podía ser de otra manera, la calle se llama Juan de Barroeta y aunque casi se necesita una lupa para encontrar la casa, que en su día estaba aislada como consta en el cuadro de Barroeta, lo he conseguido metiéndome en calles que son medio privadas, pero nadie me ha dicho nada, así que he parado el coche y he sacado fotos, tratando de aislarla de todas las casas que se amontonan a su alrededor.

Estoy contenta, creo que he hecho un buen trabajo.
Barroeta pintaba de manera tan realista, que ese cuadro casi podría decirse que pertenece a un vedutismo tardío.


Me emociono al pensar, aunque sea con la imaginación, toda la belleza que debió de ver el artista cuando utilizó esa casa para dar vida al paisaje que se hallaba ante sus ojos, en aquel hermoso y soleado mediodía.
Una vez más experimento con asombro el valor de la pintura.
En este cuadro se aprecian las costumbres de la época, la tranquilidad ambiental, señoras, pocas, paseando con pamela o sombrilla, una mujer tiende las sábanas bien estiradas, para que se sequen en la inmensa campa, los barquitos de vela en una mar en calma y los otros, los cargueros trabajando, y enfrente Santurce y el Serantes.
Ni fábricas, ni humos, ni centrales térmicas, todo en estado natural.

Un bonito recuerdo para la posteridad.




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