lunes, 2 de enero de 2017

CIENTO CUARENTA Y SEIS








Notaba que me faltaba algo, estaba nerviosa, no sabía lo que tenía que hacer y de repente, me he dado cuenta de que no había escrito mi diario.
Eureka! era eso, por fin lo encontré.
Se me ha quitado un peso de encima.

Se ha vuelto imprescindible.

Además, todo va tan deprisa que necesito parar.

STOP

Parar, respirar y en ese espacio_tiempo que se crea entre una respiración y la siguiente, es cuando experimento el momento llamado ahora, que es el único en el que puedo deleitarme.

A pesar de que he leído muchos libros y he escrito meta textos en mis blogs, nunca había saboreado de verdad el placer de la literatura.

Podría hacer una analogía entre lo que significa masticar la comida o engullirla.
Yo me tragaba los libros.
Ahora prefiero dejarme seducir por una frase bien escrita, cuyo sentido despierte mi inteligencia como si encendiera una bombilla en un rincón oscuro de mi pensamiento, al que todavía no había accedido.

No estoy demasiado interesada en atiborrarme de libros, sino en regocijarme en su lectura.





Me ha llamado Mattin y me ha contado que ha estado en el museo Nuevo de Berlín y gracias a él, 
me he enterado de que la verdadera estatua de Nefertiti está en ese museo.
Mi amigo venezolano Manuel Vicente que tanto sabe y me enseña, a menudo me habla de Amenófis IV, también conocido como Akenatón y de su bella esposa Nefertiti.
A través de lo que él me cuenta he aprendido a interesarme por la egiptología, los faraones y la cultura mesopotámica.
Así es como cuando estuve en Turín, fui al museo de Egipto que es el museo egipcio más antiguo del mundo y segundo en importancia solo por detrás del de El Cairo.
No es un museo al uso, ya que está decorado por Dante Ferreti, autor de las escenografías de importantes películas como “El nombre la rosa” cuyo guión está basado en la novela de Umberto Eco.


He vuelto a ver en internet el busto de Nefertiti, el de verdad, y me he quedado embelesada por su belleza, una vez más.






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