sábado, 21 de enero de 2017

CIENTO SESENTA Y CINCO







Por más que lo intente, a veces tengo que dejar la escritura porque he quedado con alguien y soy puntual.
No debo hablar demasiado de lo que escribir supone para mi, ya que el profesor me ha llamado la atención y me ha dicho que es un tema demasiado recurrente, que tal vez sea mejor que no hable tanto de ese asunto, que parece que se está convirtiendo en una obsesión.
Se ve que todavía no me conoce.
Yo soy una persona obsesiva y no añado compulsiva para que no me metan en un frenopático.
Por lo menos, mientras todas mis obsesiones se limiten a hacer fotos y a escribir, no me preocupo.
Hay asuntos más dañinos con los que podría obsesionarme si no prestase atención.


Todo esto que os cuento viene a cuento porque he quedado con Rosa sin espinas, para comer en La Barraca y tengo que salir ya, no tengo tiempo para demorarme.






Ya he vuelto a casa y he comido con esa diosa que es mi amiga Rosa.
El verdejo me ha hecho más efecto del acostumbrado.
He tenido suerte porque no me ha parado la Ertzantza. 
Siempre tengo miedo de tomar vino en Bilbao porque una vez que volvía de una inauguración, me pararon al pasar el túnel de Archanda y pasé un rato espantoso.
Yo misma notaba que el vino me había hecho efecto y cuando me dijeron que soplara, en vez de soplar aspirando que es lo que tenía que hacer, soplaba para fuera y se enfadaron conmigo.
Yo hacía como que no sabía.
Se quedaron con mi coche y me dijeron que fuera a buscarlo al día siguiente.
Llamé a un taxi y al pobre taxista también le hicieron soplar, pero no había bebido y me pudo traer a mi casa.
Al día siguiente recogí mi coche sin problemas.
Me quitaron muchos puntos y me pusieron una multa importante.
Lo peor fue lo de los puntos ya que tenía pocos y estuve sin poder conducir unos meses.
Supongo que si no ponen controles más a menudo, es para no fastidiar a los hosteleros porque en el país de las vascos se bebe mucho y bien.
En ningún país he visto beber con tanta alegría como aquí, aunque mi amigo Manuel Vicente que es venezolano, me ha contado que allí ya puedes ir haciendo eses con el coche que a nadie le sorprende, ni siquiera a la policía.


En La Barraca se come muy bien.
No es refinado ni de cocina creativa, ni tradicional, es un sitio especial en donde todo está bueno, las raciones son grandes y el servicio impecable.


Me he parado en el Azkuna Zentroa, antigua Alhóndiga, para ver si la película de François Ozon, “Frantz”, empezaba a una hora que me viniera bien, pero no he tenido suerte.
Lo siento, porque en general François Ozon me gusta y esa peli tiene muy buenas críticas.

Además estoy tan enganchada a las series que me cuesta salir de casa para ver cine.






No hay comentarios:

Publicar un comentario