martes, 3 de enero de 2017

CIENTO CUARENTA Y SIETE








Me dijeron que santa Teresa de Ávila que, además de santa era sabia, decía:

“En períodos de turbación que no haya cambios”

Ahora atribuyen la frase a san Ignacio de Loyola, un poco diferente, pero con parecido sentido:

“En tiempos de tribulación no hacer mudanzas”

Me quedo con la primera, a pesar de que mi madre me dijo que éramos descendientes de san Ignacio.



El hecho de que haya terminado un año y haya empezado otro, ya es un cambio en sí mismo sobre todo, si el año que termina es un nueve desde el punto de vista de la numerología, lo cual significa el final de una época y el siguiente es un uno, es decir, que todo empieza.

En estos días de transición he pasado por varias tribulaciones y turbaciones, por lo que me he quedado quieta como una estatua de sal, para no alterar el orden de los acontecimientos que me correspondan, no quiero equivocarme una vez más.
Pienso que si no me precipito, tal vez evite meter la pata.
Por lo menos, estoy dispuesta a intentarlo.



Si alguien me habla en un tono poco agradable y yo contesto en otro menos agradable, el asunto puede alcanzar cotas desagradables.
Sin embargo, si me quedo callada, escucho con interés, casi seguro que la otra persona terminará cuando haya dicho todo lo que tenía que decir.
La ventaja de escuchar sin interrumpir ni intervenir, no es solo que la paz no se rompe, sino que además, me entero de todo lo que esa persona deseaba decirme.

Luego ya es cosa mía, si quiero pensar en el tema y tratar de corregirlo.




Ayer leí un texto que había publicado el magnífico poeta y escritor navarro Ramón Irigoyen, en el que hablaba de cómo leía y estudiaba a los clásicos, aunque le costase un gran esfuerzo.
Todo lo que aprendía le servía para mejorar.
Realmente disfruté leyendo lo que contaba de Valle Inclán.
Recordaba que mi profesor de escritura insiste en que para escribir, es imprescindible leer.
He comprobado que tiene razón y también que leer no es leer cualquier cosa, sino que hay que elegir lo que se lee y entonces, se aprende y se disfruta.


"Un libro debe ser el hacha que rompa el mar helado que hay dentro de nosotros". 

Franz Kafka, escritor.





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