domingo, 22 de enero de 2017

CIENTO SESENTA Y SEIS







Tal vez ayer fue el primer paso global y público de lo que ya se venía vaticinando de manera privada.
Me refiero a que los hombres han mostrado que no saben gobernar el mundo y ha llegado el momento de dar paso a las mujeres para que demuestren lo que son capaces de hacer.

De momento, el talento para unirse de las mujeres a nivel global ha sido de tal magnitud, que puede considerarse que ha llegado a su masa crítica.

Reconozco que ayer, yo misma me sorprendí.
Había perdido la esperanza de asistir a la abolición del patriarcado y ver el resurgimiento de la mujer en todo su potencial.
No obstante, enfrascada en FB donde se iban publicando videos en directo de las manifestaciones que se estaban llevando a cabo en cientos de lugares de todo el planeta, me emocionaba viendo que por fin nos hemos dado cuenta de que juntas, tenemos una fuerza imposible de parar.

No va a ser Maquiavelo el que guíe nuestros pasos.





El tiempo es el gran bibliotecario.
Se encarga de poner cada cosa en su sitio.
Como diría Dorita Castresana, sabia mujer macrobiótica:

“Espera y ve”.





A mi me da vergüenza ser occidental, pertenecer a una raza determinada.
No solo porque no soy patriota, ni nacionalista, ni separatista, ni hombre, ni mujer.
Solamente me considero uno más de la fila.
En mis múltiples viajes en los distintos continentes, he observado que tengo tanto que aprender de los asiáticos, que incluso viviendo varias vidas, no sería capaz de llegarles ni a la suela de sus zapatos.
No sé quién o como se me metió el complejo de europea, pero recuerdo que cuando vivía en Los Ángeles y me preguntaban:

¿Cuando vuelves a tu casa, Blanca?

Yo, sin pensarlo, contestaba:

Nunca.







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