jueves, 5 de enero de 2017

CIENTO CUARENTA Y NUEVE







Estoy contenta.
Me he puesto seria conmigo misma y he decidido utilizar la fuerza de voluntad, bastante más de lo que la usaba hasta ahora.

Mahatma Ghandi decía:
La fuerza no viene de una capacidad física. 
Viene de una voluntad indomable.

Las veces que he sido capaz de hacer algo que me costaba tanto tanto, que me parecía imposible, la experiencia posterior no solo era satisfactoria en extremo, sino que me facilitaba el camino para la siguiente acción.

Soy consciente de la importancia de la disciplina.


Ayer estuve leyendo diez consejos que daba Tolstoi para vivir con dignidad y me apropié de todos, excepto de uno que me dio la sensación de que estaba dirigido a los hombres:

“No frecuentes el burdel más de dos veces al mes”.



Ahora que mi segunda novela ya está en papel, hay gente que la está leyendo y me dicen lo que piensan.
Me gusta que me lo digan.
No todo son piropos.
A Beatriz le pareció fría, además como me conoce tanto, nada le pilla de sorpresa.
Me tiene muy vista.
Tal vez demasiado.
Me pregunto si debiera cambiar algunas cositas para resultar más novedosa.
Me gustan los cambios.
La vida no es estática.

El hecho de haber empezado a escribir ha supuesto un cambio considerable en mi vida.

Ya no salgo, no hago exposiciones, no voy a bares, veo a muy poca gente, casi no me filmo ni hago actuaciones.
Eso, a nivel social, significa que no doy que hablar, lo cual es agradable.

Ha habido momentos en mi vida en que me pasaban tantas cosas, que daba mucho que hablar.
Una vez entré  a un restaurante de Ereaga con mis hijos y la gente se quedó callada.

Se acababa de ahogar mi hijo Carlos y estaba tan metida en mi dolor, que casi no me enteraba de lo que pasaba a mi alrededor.
Durante varios días estuve inmovilizada, no tenía fuerza.
De repente un día me levanté y compré flores.
A partir de ahí empecé a asimilar lo que había pasado.
Me costaba pero sabía que era necesario afrontarlo.





Ahora mi vida es un remanso de paz.
Y entra en mis propósitos tratar de conseguir que cada día mi paz aumente y deshacerme de lo que no es imprescindible, para sí poder apreciar lo esencial: mi propia respiración. 









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