sábado, 14 de enero de 2017

CIENTO CINCUENTA Y OCHO







Podría parecer mentira que en una clase de natación en la que solo estamos dos alumnos y la profesora, podamos tener tanta conversación como para que ya sepamos en qué supermercado hacemos nuestras compras cada uno y sin embargo, lo conseguimos.
Virginia, la profesora va a Aldi, que está en Leioa.
Yo ni siquiera sabía que existía, pero dicen que es estupendo y tiene comida ecológica.
A ella le viene de camino porque vive en Sondica.
Kepa, que es mi compañero, se empeña en que Carrefour es mejor y más barato que Eroski, que es a donde voy yo y no estoy dispuesta a cambiar, aunque él insiste en que se ahorra mucho dinero.
Yo ya sé que hay otros mejores que Eroski, pero me he acostumbrado y además está cerca de mi casa y en Artea, que es un centro comercial, en el que puedo aprovechar para hacer varios recados sin problemas para aparcar.


Llevar una casa y que todo funcione, requiere una atención permanente.
Yo soy socia de Buenos Dias Buenas Noches, que es una empresa que se dedica a solucionar toda clase de problemas al instante.
Casi nunca lo utilizo porque es muy caro, pero me tranquiliza saber que si me pasa algo que necesita reparación urgente, ellos van a resolverme el asunto, como cuando se cerró sola la puerta de mi cuarto de baño, o cuando se inundó la terraza de servicio y caía el agua al piso de abajo.

Cuando organicé unos seminarios a los que invité a hablar sobre la paz a personas importantes de todos los partidos políticos, el día que venía el lehendakari me llamaron de Madrid por la mañana, para ver si podía conseguir un profesional que grabara en video la conferencia.
Llamé a BDBN y eso ese poco tiempo lo lograron.






Una tarde tranquila sin nada que la altere aunque parezca aburrida, la considero un regalo del cielo.
Poder leer un libro sin que nadie me interrumpa, escribir mi diario, editar mis fotos, ver un capítulo de mi serie favorita, son cosas aparentemente simples y sin embargo, cómo las echaba en falta cuando no me encontraba bien.


Pensar en la sensación que me produce ese tiempo sereno, me recuerda a lo que Fray Luis de León trasmite en su Oda a la vida retirada, que es en uno de mis libros de cabecera.






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