domingo, 29 de enero de 2017

CIENTO SETENTA Y TRES








Hacía tiempo que me llamaba la atención una especie de bosque cerrado, entre las fábricas que hay en la margen izquierda de la ría de Bilbao.
He conseguido enterarme de que era la casa del gran empresario vasco Horacio Echevarrieta, de quien se hizo un interesante documental “El último magnate”, en el que se cuenta cómo arriesgó todo su imperio, por hacer realidad su sueño de construir el mejor barco que jamás hubiera navegado.
Al hacer mi trabajo de investigación, he sabido que lo que yo creía que era un bosque dejado de la mano de Dios, es un hermoso jardín con árboles de distintas especies al que he acudido hoy por la mañana y me he deleitado paseando por ese maravilloso lugar, que es una especie de oasis en medio de un lugar carente de interés, a mi entender.
He podido deleitarme entre sequoyas, tejos, magnolias, cedros, encinas, palmeras y otros árboles que no conozco porque no son autóctonos.

La casa no está abierta pero la estructura es magnífica, sin pretensiones, elegante, regia.
Me ha encantado.


He recordado que cuando yo era adolescente, a veces iba a merendar a casa de Leonor Echevarrieta, que era de mi edad y aunque pasaban los inviernos en Madrid, veraneaban en Getxo, en una casa que ha desaparecido y de la que solo quedan unas galerías a las que llaman “Punta Begoña”.



Una vez más constato el cambio constante al que vivimos sometidos, nos guste o no.
Mejor aceptarlo, por la cuenta que nos trae.



¿Quien nos iba a decir que un señor como Donald Trump, iba a regir el destino del mundo en el siglo XXI?

He hablado largo y tendido sobre el tema con mi hijo pequeño, al que no le sigo muy bien todo lo que me cuanta porque no estoy preparada, desconozco los datos que él maneja con soltura, no obstante sí he captado algo, que me ha parecido un poco apocalíptico:

O bien debido a una guerra nuclear o al calentamiento global, a media plazo desapareceremos.

Me lo dice tan tranquilo, mientras le enseña a su hija de seis años cómo se firman y fechan sus dibujos.






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