Un nuevo y maravilloso día se presenta ante mí.
Normalmente tengo dos líneas en las que ocupar mi tiempo:
Una es cuando puedo hacer lo que me apetece, en cuyo caso suelo dejarme llevar por lo que ya es un hábito, escribir, editar fotos, leer, ver cine, descansar, meditar, ocuparme un poco de la casa, cosas cotidianas y la otra línea que respeto como si fuera mi vida en ello, es ir al hospital de Cruces para los controles periódicos, ir al dentista cuando tengo cita, ir a Bilbao para que me miren las plantillas y poco más, esas son las fundamentales.
A veces tengo que ir a la peluquería, hoy hubiera sido un buen día si no hubiera quedado con mi hijo pequeño para invitarle a comer al indio de Uribitarte, hace tiempo le hablé del tema y como sé que le gusta y a mi también me apetece, me parece una buena idea que vaya él conduciendo y además así estoy acompañada porque cada día me da más pereza ir sola a tomar un menú, prefiero comer en casa mi arroz integral y mi comida sana acompañada por la televisión, voy cambiando de gustos.
Hay asuntos que con la edad mejoran, por lo menos en mi caso, yo antes me enfadaba con facilidad y era una tortura, me destroza estar de mal humor, gracias a la edad y al esfuerzo que he ido haciendo a lo largo de la vida y a que las enfermedades me han enseñado a tener paciencia, me doy cuenta de que me he tranquilizado bastante, aunque no puedo negar que todavía me queda un gran camino por recorrer.
Ayer salí con Pizca, fuimos a tomar algo al bar de La Estación que estaba agradable, poca gente en comparación con la cantidad que había en la playa de Ereaga, estaba lleno , lo cual es habitual en verano, sobre todo los domingos, no apetecía quedarse, en cambio nosotras estuvimos solas dentro del bar, la gente estaba en la terraza, no me fijé si tenían mascarilla, nosotras nos la quitamos y estuvimos a gusto tomando una cerveza 00 y un pincho de bonito picante que picaba más que el plato más picante de toda la carta del indio en donde tengo intención de comer hoy.
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