jueves, 15 de julio de 2021

CUATRO MIL TRESCIENTOS CUARENTA

 





Me cuenta una amiga de Facebook con la que me relaciono bastante que su hija adolescente, quince años más o menos se ha pasado el fin de semana llorando, no quería contarle nada pero al final se decidió y el problema actual es que hay un grupo de niñas en la clase de las irlandesas, el colegio al que va desde que era pequeña, que hacen planes sin contar con ella.

Parece ser que desde que han empezado a fijarse en los chicos ya no cuentan con ella que todavía tiene el carácter aniñado y suele hacer planes con sus padres.

Me ha contado detalles muy dolorosos que a esta pobre chica que es muy sensible no solo le hacen daño sino que además se siente sola.

Su madre le ha ofrecido mandarle interna a Irlanda para distanciarse y aprender inglés de paso, pero la niña ha dicho que no y no, que ella sabe perfectamente lo que tiene que hacer y es quedarse en el colegio hasta el final.

Yo no puedo hacer nada, su madre considera que la niña gestiona muy bien sus asuntos.

Por otro lado leo en un periódico que hay gran preocupación ambiental, por la cantidad de suicidios de jóvenes que ha habido durante la pandemia y mucha gente que piensa en ello.

Me entristece, me preocupa y me recuerda que en la pasado navidad mi sobrino nieto se suicidó con veintisiete años. 

Pienso en mi cuando era muy joven y creo que ni siquiera se me pasaban esas cosas por la cabeza porque ni siquiera me dejaban pensar. 

Tienes que ir al colegio interna a Madrid y después a Burdeos y nadie me preguntaba si estaba contenta o si lo pasaba mal, a nadie le importaba, las cosas eran así, por eso se llevaron un susto tan grande cuando dije que me iba a casar. 

No les hizo ninguna gracia pero ahí fui yo la que tomó la decisión instigada por el que iba a ser mi marido y porque tenía que llegar virgen al matrimonio, eso era lo que me habían enseñado, una educación a la antigua en la que no cabía discusión. 

Así que cuando a medida que pasaba el tiempo y me iba dando cuenta de que había metido la pata, me consolaba pensando que por lo menos estaba mejor que en casa de mis padres, ya que aunque aparentemente todo era más fácil y me sentí más querida, estando casada hacía lo que me daba la gana que en definitiva era lo que más me importaba.





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