domingo, 11 de julio de 2021

CUATRO MIL TRESCIENTOS TREINTA Y CINCO






Cada día pienso más en las ganas que tengo de escribir y en todo la necesidad de expresarme y comunicar con las personas que compartan mis emociones, considero que identificarse con las personas que estamos vivas en este mundo es más significativo que nunca.

La experiencia de estar viviendo una pandemia nos une más que nunca, es algo desconocido hasta ahora y nos iguala, nos acerca y nos obliga a preocuparnos los unos de los otros, a pesar de que algunos jóvenes parece que no acaban de digerir la gravedad del asunto, eso por un lado y por otro que hay grupos de personas ya mayores que van detrás de algunos científicos que asustan prediciendo un futuro nefasto para los que nos vacunamos.

Me refiero a personas cercanas a mi que me han invitado a enviarme panfletos de muchas páginas en las que eminentes doctores advierten de las nano partículas negativas que nos han inoculado con la inyección.

No soy viróloga ni nada que se le parezca, cuando los asuntos se ponen difíciles obedezco por sentido común, no me queda más remedio, lo mismo hice cuando me trataron la leucemia con arsénico, la quimioterapia era brutal, lo pasé muy mal y hubo personas que me aconsejaron dejar eso y luchar por mi cuenta, me puse muy nerviosa, decidí alejarme de los que me daban esos consejos y seguir haciendo caso a lo que me hacían en el hospital de Cruces.

No sé nada de medicina pero me conozco lo suficiente como para saber que mi paz interior es lo más importante y puedo asegurar que aquellos consejos me alteraban de tal manera, que huí como de la peste y seguí obedeciendo a mis hematólogos, de momento he salido del hoyo aunque las secuelas siguen ahí, todo va despacio, estoy viva y respiro.

Creo que es importante tener paciencia, aceptar el ritmo del tiempo que se requiere para la curación y agradecer el hecho de estar viva, en esas ando, agradezco todo lo bueno que tengo.





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