Definitivamente el comportamiento exigido entre humanos en tiempos de pandemia es el que a mi me hubiera gustado y me encantaría mantener el resto de mi vida.
Nunca me ha gustado el exceso de proximidad del que abusan las personas incluso sin tener demasiado trato ni confianza.
Ayer se le debió de olvidar a Pizca que actualmente existen ciertas reglas y casi se abalanzó como para abrazarme y salté cómo una energúmena, no pensando en contagios sino en el horror que sentí al pensar que alguien pudiera apuchurrar mi débil y delicado cuerpo, ni siquiera mis hijos se acercan a mi desde que estuve ingresada en el hospital con leucemia, nadie debía acercarse a mí excepto los hematólogos y las enfermeras siempre con mascarilla, para cuando llego el covid yo ya me había acostumbrado a guardar las distancias y ahora me aterra la idea de que alguien pueda acercarse demasiado a mi frágil silueta.
Tengo la intención de seguir distante el resto de mi vida.
¿Para qué sirven esos besos mua mua de personas que están pensando en otra cosa y te llenan de pintalabios, de babas y de inconsciencia?
De todos los saludos que he conocido a lo largo de la vida los que más me han complacido han sigo los de India.
La primera vez que subí a un avión de Air India me sorprendió agradablemente la bella azafata vestida con su sari, con las dos manos juntas al borde de su barbilla inclinada y unos ojos negros brillantes como estrellas en la noche mirándome con un amor que nunca antes había sentido.
No fui yo sola quien tuvo esa experiencia, la persona que iba detrás de mí, también occidental, me hizo un gesto en el que compartió conmigo una sensación similar.
No voy a negar que también en Japón saludan sin tocarse y son respetuosos, no obstante los indios tienen algo especial.
Lo de darse la mano no está mal pero prefiero guardar las distancias.
Creo que para llegar a darse un abrazo hay que tener mucha confianza y no es algo de lo que se daba abusar.
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