viernes, 2 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO VEINTINUEVE

 





Del sentido del oído lo que más me interesa es el silencio sin lugar a dudas y después, irremediablemente va la voz, el supremos instrumento.

Si hablamos de los demás, no me queda más remedio que optar por el piano.

Durante muchos años, cuando vivía en casa de mis padres, mi dormitorio estaba pegado al cuarto de estar al que llamábamos gabinete y allí había un piano que tocaban mi padre y mi hermano Gabriel y yo les escuchaba con deleite y cuando se marchaban todos iba allí, me sentaba frente al piano y tocaba la pianola. 

A veces mi hermano Fernando ponía discos de Chaivkoski y hacía como que dirigía la orquesta y una vez me dijo que le gustaría morirse escuchado el concierto número uno en si bemol menor para piano y orquesta de Chaikovski, se me quedó grabado, no obstante pienso que él lo ha olvidado, porque se lo comenté a su esposa y le pilló de sorpresa, ni siquiera sabía que le gustara tanto la música.

He recordado estas cosas porque he visto el documental de Chilly Gonzales, un genio de la música sobre todo del piano, a quien no conocía y me ha recordado a mi hijo Mattin que vive en Berlín, porque es el único lugar donde un artista encuentra su lugar aunque sea muy underground dijo Chilly, nacido en Canadá, cuando llegó a Europa con la intención de ir a París y decidió quedarse en Alemania.

Ahora vive en Colonia.

Estoy tan ocupada que llevo días sin ver cine y hoy he decidido hacer un hueco en mi ajetreada agenda para ver algo que me entretuviera y me inspirara, para lo cual nada mejor que la biografía de un artista, hoy me ha tocado Chilly Gonzales.

Intento seleccionar mis distracciones.






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