domingo, 18 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO CUARENTA Y UNO

 




Peliculón.

Eso es buen cine y lo demás es perder el tiempo.

La profesora de piano, hacía tiempo que leía sus criticas y estaba deseando verla, no solo no me defraudó sino que me fascinó.

Tiene cierto aire a Haneke sin llegar a tanta dureza, se trata de la relación entre madre e hijo, ambos con un talento extraordinario para tocar el piano, no obstante ambos son intérpretes y no sigo porque no soy quien para destripar la película, además lo que yo opino es solo una opinión y no quiero intervenir en lo que piensen los que la vean que, estoy segura, la disfrutarán si les gusta el buen cine y son capaces de tener paciencia para esperar a que cada cosa de se desarrolle a su debido tiempo.

Aunque no hablo alemán, recordé que antes de mis enfermedades estudiaba alemán todos los días, un ratito con el método Duolingo pero cuando me empecé a encontrar cansada lo dejé y creo que he olvidado lo que aprendí, lo siento porque es una lengua que me encanta y además en este momento es la primera lengua de mi nieta, algún día tendré que ir a Berlín a visitarla, para saber donde están los sitios de los que me habla y conocer a sus amigos.

Magnífica Corinna Harfouch, considerada el equivalente a Isabelle Huppert como axioma del cine europeo, tal para cual.

No solo disfruté porque el buen cine me eleva, sino porque me hizo pensar en la relación que tengo con mi hijo Mattin que siendo artista como yo, se puede decir que él ha triunfado, ya que haber sido invitado a la documenta de Kassel es suficiente para considerarlo, aunque todavía no haya tenido la trascendencia que esperábamos, yo por lo menos.

Insisto: Las cosas del arte van despacio.









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