miércoles, 21 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO CUARENTA Y CUATRO

 




He pasado unos días tan malos desde que me pusieron el parche de morfina que ayer, en un ataque de claridad, me lo quité y tomé la firme decisión de volver al estado anterior, que consistía en estar viva y despierta, aguantando el dolor de rodilla, prefiero eso a sentirme adormilada, atontada, drogada y medio anestesiada.

No tenía dolor pero el malestar general era insoportable, se me habían quitado las ganas de trabajar y de hacer todas las cosas que me gustan y me mantienen interesada en la vida.

Hoy me he despertado con otra alegría, hacía un día espléndido, tenía clase de Pilates por la mañana, así que he salido pronto de casa y he aprovechado para sacar fotos y hacer videos, además de ir al zapatero que se ocupa de ponerme las alzas en los zapatos derechos y que además de hacer muy bien su trabajo es un hombre encantador, estaba agobiado porque tiene demasiado trabajo.

A veces parece que las cosas suceden al revés, la mayoría de la gente se queja por no tener trabajo, en cambio mi zapatero se levanta a las seis de la mañana porque no da abasto.

A pesar del dolor de rodilla, del viento y de que no es una buena hora por la posición del sol, he disfrutado, me gusta hacer fotos de los paisajes que tengo a mi alrededor, los conozco, los quiero, los entiendo y me resulta fácil verles la estética, en cambio, cuando viajo o salgo de estos lugares tan conocidos no disfruto tanto.

Con las fotos me pasa lo mismo que cuando pintaba, necesito mirar, ver, conocer los temas, tanto personas como paisajes. 






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