viernes, 16 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO TREINTA Y NUEVE

 




Fascinante, fascinante es la palabra que me viene a la cabeza cada vez que pienso en el documental sobre el último proyecto de Christo, Caminando sobre las aguas.

Seguí la obra de Christo con verdadero entusiasmo cuando él estaba en la cresta de la ola y yo metida en el mundo del arte hasta tal extremo, que en algún momento incluso pensé en ir a ver uno de sus proyectos en vivo cuando me movía con soltura por el planeta tierra.

Además de que ya en aquella época me parecía uno de los grandes, se hablaba mucho, rumores sin demasiada consistencia, de él y su mujer ya que ambos trabajaban juntos, no obstante fue en mayo pasado, cuando Christo murió, que me enteré de asuntos más íntimos e interesantes, ya que mi prima Isabel Mayer y su marido Ruggero Raimondi, eran amigos de la pareja y solían cenar con ellos por lo que me contó la verdad tal y como la cuentan en este maravilloso documental, que ha acaparado mi atención y me ha hecho ver de cerca, una vez más lo que significa ser un artista plástico y el sacrificio que requiere.

A pesar de que en la época actual de mi vida, todos mis esfuerzos están enfocados en eliminar de mi cuerpo el arsénico que me metieron en la quimioterapia e intentar que mi rodilla derecha vuelva a su ser y deje de doler de manera que andar no resulta una tortura, no dejo de poner interés en los asuntos profundos que llenan mi corazón, que no son precisamente la vida social y las fiestas, sino el amor a la vida, vivirla con pasión y agradecimiento.

Es en este campo en el que me identifico con Christo cuando habla del motivo que le impulsa a llevar a cabo sus ambiciosos proyectos que tanto me inspiran.





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