miércoles, 14 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO TREINTA Y OCHO




Comentaba ayer un amigo que tempus fugit* que él ya tiene setenta y tres años y que se le ha pasado la vida a una velocidad vertiginosa.

Pensé yo, que tengo setenta y cuatro, que lo mismo digo, porque incluso en estos últimos años que por cuestiones de salud no me ha quedado más remedio que ir despacio, también tengo la sensación de que tempus fugit y para cerciorarme y tener más datos, googleo y al lado pone carpe diem* así que recapacito y llego a la conclusión de que mi manera de aprovechar la vida es ir despacio, siendo consciente de cada paso que doy, de concentrarme en el presente, no solo para no caerme, sino también para tener en cuenta las consecuencias de mis acciones. 

No es que tenga que hacer muchas cosas cada día pero hacerlas bien lleva su tiempo y es a lo que me tengo que dedicar, esa es mi única responsabilidad.

Puedo estar contenta, no tengo motivos de queja, solamente cuando me dejo llevar por los nervios y me precipito, ese es mi gran problema, me cuesta dominarlos, recuerdo a mi madre que también a veces se ponía nerviosa, ella sí que tenía motivos porque con tantos hijos, nietos y biznietos, a veces se dejaba llevar y recuerdo que me decía:

¿No encuentras que tengo motivos para estar nerviosa, Blanca?

Yo le decía que sí, casi siempre le daba la razón, aunque sus preocupaciones eran distintas de las mías, ella era muy perfeccionista y daba gran importancia a los asuntos de la casa y a quedar bien con la gente, yo soy diferente, me gusta que la casa esté ordenada, me encantaría que estuviera impecable, pero no es el caso, intento no ponerme nerviosa por asuntos de la casa, siempre hay motivos para que se me disparen los nervios, siempre sale algo por donde menos lo espero y tengo que hacer un gran esfuerzo para no dejarme llevar y cuando me controlo me da mucha satisfacción, no siempre lo consigo porque además, soy una precipitada, de ahí vienen la mayoría de mis desaciertos.



*Tempus fugit es una locución latina que hace referencia explícita al veloz transcurso del tiempo. La expresión parece derivar de un verso de las Geórgicas del poeta latino Virgilio que dice más exactamente: «Sed fugit interea, fugit irreparabile tempus» 

* La frase completa en su idioma original es «Carpe diem, quam minimum credula postero» y su traducción más fidedigna es algo así como «Aprovecha el día, no confíes en el mañana».




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