martes, 20 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO CUARENTA Y TRES

 





Reconozco humildemente que estoy enamorada de la cultura francesa, me complace de tal manera que, a pesar de ser consciente de que puedo y debo apreciar la mía, algo en mí entra en otra dimensión cuando se trata de lo francés, no solo la lengua que me parece música y poesía al mismo tiempo y me obliga a poner un interés especial en la pronunciación de cada sílaba, cuando recito para mí misma estando sola, lo que aprendí de memoria en l'Ínstitution du Parc, en Burdeos donde se abrió un mundo que desconocía hasta entonces y ni siquiera había imaginado que existiera, no obstante cambió mi existencia y me preparó para vivir con una intensidad que crece y acepta con entusiasmo todo lo que se presenta, gracias a esa base francesa que destruyó lo que habían intentado incrustarme fundado en la religión católica, que por poco me mata con el sentimiento de culpa.

 Me vienen estos recuerdos porque he tenido la suerte de ver una película de Guédiguian que no la había visto, cosa rara porque he visto casi toda su filmografía y jamás me ha defraudado.

La casa junto al mar es otra maravilla, como todo lo que sale de su cabeza con la ayuda de su esposa, Ariane Aristide, ya que trabajan juntos desde que les conozco.

Buen cine, lúcido, realista, respetuoso, buenos actores, localización excelente, personas de diferentes generaciones y siempre, de fondo, la ideología política de Robert Guédiguian, que sigue esperando, impertérrito, el fin del capitalismo.

Siempre me ha interesado ver buen cine, me casé con un cinéfilo de pro, que se escapaba del colegio para ver dos sesiones en los cines más alejados de su casa y se sabía los nombres de todos los actores, directores, guionistas, músicos, hasta tal punto que le llamaban para preguntarle por las películas incluso antes de que las estrenaran. 

En aquella época no nos quedaba más remedio que ir a Biarritz para ver buenas películas, todavía vivía Franco y España estaba al margen de lo que sucedía en el resto del mundo desde un punto de vista cultural. 

Francia abrió mi cabeza de tal manera que siempre me he sentido tentada de mirar hacia el norte, el otro lado ha sido una constate presente en mi vida a través de la literatura, el cine, la música, la moda y todo lo que vienes de ahí, disfruto de una especie de doble vida que colma las carencias que tendría si solo conociera lo español.









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