jueves, 8 de octubre de 2020

CUATRO MIL CIENTO TREINTA Y CUATRO

 






Empecé a sentir la necesidad de escribir no solo cuando dejé de pintar sino también cuando me notaba cansada y todo me costaba mucho esfuerzo, sobre todo hablar, ahora que veo ese período de mi vida con distancia, tengo la casi certeza de que estaba incubando la leucemia aunque nadie me lo haya dicho, no obstante estoy segura que no es algo que acontezca de repente como un rayo que viene del cielo.

Los hematólogos dicen que la leucemia viene porque una proteína muta.

Vale.

Lo siento, no supe evitarlo, nadie sabe, nada ni nadie tiene la culpa excepto la proteína que muta.

En aquella época me apetecía relacionarme con mis amigos pero vi con claridad diáfana que a la mayoría de la gente no le gusta escribir, por eso utilizan emoticones, son capaces, yo también lo era antes, de estar tres horas en el teléfono hablando de nada, pero lo de meterse en Wasap para contar algo requiere demasiado esfuerzo, así que he aprendido a disfrutar de mis propia compañía y a tener recursos para pasar noches en vela y para muchas más cosas nuevas que se plantean en mi vida actual.

He conocido muchas personas que se han acercado a mí a través de las redes y han conseguido que me sintiera acompañada y querida, nunca he estado sola.

Me sorprende ver que algunas personas que habían pasado por algo parecido, o sabían de lo que se trataba, me refiero a la quimioterapia, me decían frases proféticas, por ejemplo:

No olvides que el paso del tiempo está de tu lado (Jaime Araluce)

Elimina de tu vida la palabra prisa, de ahora en adelante no existe para ti (Sofía Rotaeche Albizua)

Millones de palabras de aliento que me quitaban los miedos y hacían que me sintiera acompañada.

Yo también lo pasé muy mal Blanca pero ya pasó, todo pasa, ahora ni me acuerdo (Luz Apalategui)

La quimio es lo peor del mundo (Tere Goyoaga)

Podría seguir recordando las palabras de ánimo y las personas que estuvieron a mi lado, empezando por mis hijos que son los que me cuidaron, no solo durante el tiempo que duró la quimioterapia que me invalidó por completo, sino que en cuanto la terminé llegó el confinamiento y ahí si que Beatriz y Jaime dieron el do de pecho porque no solo aceptaron la situación sin una queja, sino que consiguieron que no hubiera ni un solo momento de dificultad extrema.

Cuando me trajeron a casa Beatriz se responsabilizó de la medicación, lo cual es muy importante porque en el estado en que yo me encontraba, habría sido imposible hacerlo, todavía sigue yendo a la farmacia.

Jaime me decía una y otra vez porque yo se lo pedía, que tiene un amigo que ha tenido leucemia y ahora está mucho mejor que antes, como me costaba creerlo le obligaba a repetirlo:

Jaime por favor, cuéntame otra vez lo de tu amigo.

Piedy Aguirre me contó que su amigo también se había curado y ahora hacía running, todas esas cositas que parecen pequeñeces eran las que transformaban mis sentimientos y me ayudaban a tener paciencia que en definitiva es lo que necesito, además de aceptación.

Creo que ser capaz de hablar de todo eso como de algo que ya pasó es buena señal, solo siento agradecimiento.






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