lunes, 31 de mayo de 2021

CUATRO MIL TRESCIENTOS SEIS

 





Hoy he tenido la sensación de que hacía vida normal, me he levantado temprano, y he llevado el coche a la casa Mercedes de Leioa porque tenían que hacerme un arreglillo.

Estoy encantada con lo bien que me tratan en el concesionario, el coche pertenecía a Carlos Artiach, con quien estuve casada diez años. 

Cuando se murió se lo regaló a Jaime y él me lo regaló a mí, un buen regalo.

En aquella época yo me movía en un coche viejito que me había dejado Pizca y estaba contenta porque algo es mejor que nada, con este Mercedes que también es antiguo estoy entusiasmada, nunca me ha fallado, me siento segura .

Jaime es muy generoso conmigo, todos mis hijos lo son, Beatriz ganó un Rolex en un campeonato de golf y me lo regaló, así que no me puedo quejar.

El pequeño también se porta muy bien conmigo, me suele invitar a comer a sitios con estrellas Michelín, algo que me encanta y si no fuera por esas invitaciones no iría.

Después del asunto del coche, como ya estaba en la calle, he ido a Artea para ver un supermercado nuevo de comida ecológica y he comprado algunas cosillas que no me han sentado bien, a mí lo que de verdad me sienta bien es la comida macrobiótica y no hay más que hablar, por lo que voy a tener una consulta con mi actual profesor, Dani Mayor, que es menos rígido que lo que aprendí en Saint Gaudens y en los libros que leo, pero no sé que me dirá cuando le confiese que no me siento capaz de dejar de tomar un buen jamón ibérico cada vez que se me presente la ocasión.

El problema con la macrobiótica es que hay que tener una fuerza de voluntad extraordinaria que yo solo tengo cuando realmente me encuentro mal y la diferencia que noto es abismal, por lo que necesito hacer el esfuerzo aunque me cueste muchísimo.





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