martes, 5 de abril de 2022

CUATRO MIL QUINIENTOS CINCUENTA Y NUEVE

 




Me ha cambiado la vida desde que atrasaron la hora, eso por un lado y por otro desde que ha empezado a hacer un frío invernal.

El cielo está azul y me encantaría salir y hacer fotos de las que me gustan, con luces y sombras bien marcadas pero prefiero quedarme en casa calentita.

El hecho de que oscurezca tarde, hace que los días se me hagan eternos, a pesar de que no he cambiado mis horarios, es la sensación lo que me despista.

Me consuela saber que antes o después siempre me acostumbro a las nuevas circunstancias, así que esta vez también lo hará y en menos que cante un gallo volveré a sentirme encantada de la vida, ajustado a la nueva circunstancia, peor están los ucranianos por no hablar de todas las personas que hay en el planeta tierra viviendo en circunstancias horrorosas, por quienes lo único que puedo hacer es rezar, creo en el poder de la oración.

Le oí decir a Federica de Marichalar que lo primero que hace cuando se despierta es dar gracias a Dios y me pareció una idea maravillosa, no porque dar gracias a Dios sea nuevo para mí, lo hago varias veces al día pero hacerlo justo al despertar me parece jubiloso, así que ya he empezado a hacer lo mismo y me encanta empezar así mis días, sobre todo en esta temporada de mi vida más bien incierta.






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