miércoles, 1 de abril de 2020

TRES MIL SETENTA Y SEIS









Hay cosas en mí que están ahí desde que nací y por más que he y han intentado cambiármelas, nadie lo ha conseguido.
Se trata de un especie de rechazo a planificar la vida.
No puedo hacer planes, ni quiero, claro, más que nada, no solo porque me producen la sensación de salirme del ahora que es lo que de verdad me interesa sino también, lo sé por experiencia, porque no los voy a llevar a cabo.
Mi vida es y siempre ha sido imprevisible.
Me conozco lo suficiente para saber que mañana será otro día, no solo para mí misma sino también para las personas que se empeñan en hacerlos.
Gracias a Dios no vivo en una ciudad grande en la que es necesario organizarse para poder quedar con alguien.
Vivo en un municipio que no llega a cien mil habitantes, tal vez en verano los alcance, lo dudo.

Viví una temporada o por lo menos lo intenté, en Barcelona y no me gustaba la idea de tener que quedar con días de antelación si quería estar con gente.
He decidido hablar de este tema porque llevo mucho tiempo sin salir de casa y sin poder hacer planes aunque quisiera.
No hablo solo del confinamiento actual, sino que desde el veintiocho de mayo del año dos mil diez y nueve que me ingresaron en el hospital de Cruces con leucemia hasta ahora, he tenido controlados todos los días de mi vida.
Creo que para mí es un placer saber que mañana no tengo nada que hacer excepto no salir de casa en todo el día y así, hasta nueva orden.
Puedo estar contenta y agradecida ya que es la única manera de asegurarme de no ser presa del Coronavirus.
Se supone que la única persona que podría meterlo en casa es Jaime que va al supermercado, pero asegura que lo hace tomando todas las precauciones aconsejadas y él es el primero que está deseando cuidarme y protegerme.
No cuenta gran cosa cuando le pregunto, asegura que hay muchos controles.
Así que me quedo tan tranquila, tratando de aprovechar la oportunidad que tengo para hacer lo que en condiciones normales no haría porque a pesar del dolor de rodilla, estoy segura de que saldría de casa no solo para ir a Pilates sino incluso para ir a la peluquería y darme una vuelta por, Zara ya que si no salgo de casa no me arreglo demasiado.








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