lunes, 13 de abril de 2020

TRES MIL OCHENTA Y SIETE










Hemos tenido una video fiesta maravillosa.
Mi hijo Mattin ha cumplido cuarenta y tres años y como vive en Berlín, se me ocurrió que podíamos organizar algo por Skype.
Ha sido una idea estupenda.
Los berlineses, Lisa, Mattin y Odita estaban haciendo un pollo jamaicano en la barbacoa que tienen en la terraza del atelier.
En nuestra casa, Beatriz y Jaime cenaban y tomaban cervezas en la cocina y yo, solita en el salón, encantada delante del ordenador.
Odita que cumplirá diez años el mes que viene nos ha saludado y se ha ido a su cuarto.
Según su madre se comporta como una adolescente aunque solo tiene nueve años.
Creo que tenemos que acostumbrarnos a que todo nos parezca normal.
La vida no es estática, todo cambia.
Yo ya casi no me asusto por nada, todo va tan deprisa que prefiero no llevarme un mal rato.
Lo único que tengo claro es que estar viva es un gran regalo y nada ni nadie me garantiza lo que va a durar, así que tengo que disfrutar cada segundo de mi vida y puedo asegurar que lo estoy haciendo.
Dadas mis condiciones, la circunstancia en la que me encuentro es óptima.
Me cuidan mis hijos y me siento protegida porque aunque es posible que ellos ya hayan pasado el coronavirus sin saberlo, Jaime en Bali y Beatriz aquí creyendo que era una gripe, se comportan con toda la seriedad del mundo, como lo hago yo.
Eso es todo por hoy.
Un día tranquilo, parecido a los demás y sin embargo con un encanto especial.










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