domingo, 5 de abril de 2020

TRES MIL OCHENTA









Una de las grandes ventajas de cambiar de profesión a cierta edad es, además de no tener demasiadas ambiciones, la pasión desbordante que se siente.
Tengo tanto interés en la literatura que, entre otras cosas, escucho con atención y regocijo los programas de la radio que hablan de libros y de escritores.
Recuerdo que me di cuenta de lo acertada que había estado al elegir la escritura como tarea, hace mucho tiempo, yendo a Vitoria en autobús.
Al no tener que conducir, contemplaba tranquilamente el hermoso paisaje del país vasco con esos  verdes que tanto había añorado cuando estaba lejos.
Es esos momentos de contemplación, me vino a la cabeza mi nueva actividad y recordé que, desde muy pequeña me había interesado utilizar bien el castellano.
Se me había quedado grabada la frase de mi hermano Carlos:

Yo hablo con propiedad

Él tenía quince años cuando la dijo y yo diez o nueve, no estoy segura, pero me llegó muy hondo.
Pensé:

Yo también quiero hablar con propiedad.

Desde entonces empecé a fijarme en la manera de hablar de la gente.
Era una repipi, me daba cuenta pero no me importaba, quería aprender.
Hasta tal punto era pedante en ese sentido que años más tarde, en el Instituto Unamuno de Madrid, donde me examinaba de las reválidas, dije algo que suscitó un comentario en la madre de una compañera de clase:

Tan pequeñita y tan sabijonda.

Me molestó un poco, más que nada porque tenía complejo de bajita, menos mal que cuando cumplí quince años había crecido lo suficiente para convertirme en una chica con una altura media.
En casa de mis padres mi hermano Gabriel se ocupaba de corregirme lo que yo agradecía y todavía echo en falta, el castellano no es un idioma fácil, tiene demasiadas reglas, lo cual no me importa siempre que las sepa utilizar.
Gracias a dedicarme a la escritura y asistir al taller de La casa del árbol en Algorta, he vuelto a la gramática con verdadero interés.
Todavía estoy muy verde pero disfruto escuchando a las personas que saben hablar castellano, me produce gran placer.













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